Es fácil apostar por el “ganador”. Está de moda, es sencillo, es una apuesta segura y te permite asociar tu imagen a la de los triunfadores.

¿Qué buscamos cuándo cambiamos de trabajo? ¿Mejores condiciones? ¿Un mayor reconocimiento? ¿Una promoción profesional? O lo más complicado de todo… Ser más felices.

Tal vez sea una de las preguntas más difíciles que nos podemos plantear a nosotros mismos. Tal vez esa “claridad” no sea siempre la mejor alternativa y el estar abiertos a “nuevas posibilidades” sea el motor de una vida plena y llena de satisfacciones.

Se tú mismo en las entrevistas, se agradable y haz ver tus puntos fuertes, pero siempre fiel a ti mismo, a lo que deseas y no pienses que será la última oportunidad.

Existen personas con la gran habilidad de que su imagen se relacione exclusivamente con los éxitos, siendo capaces de ocultarse cuando llegan los momentos complicados y difíciles, cuando precisamente no interesa salir en la foto.

¿Qué tienen en común personas como Pablo Picaso, Agatha Christie, Steve Jobs, Walt Disney, John Lennon, Albert Einstein, Steven Spielberg, Bill Gates, John Kenedy…?

Hay algo que no cuadra en nuestra sociedad. Socialmente estamos avanzando desde hace décadas, cada día tenemos acceso a más recursos , tenemos una esperanza de vida más larga, mejores empleos, nuestro nivel de formación mejora… ¿pero somos más felices?

Una cultura corporativa sana es multicultural y en ella se acepta la diversidad de sus integrantes. Se reconoce que todos somos diferentes. Es en esa amalgama de personalidades donde reside el espíritu y la fuerza de un verdadero equipo.

Pensar que los mejores son las personas que se han formado en las universidades o escuelas de negocios más prestigiosas es, en muchas ocasiones, un obstáculo que impide progresar socialmente a aquellos que más habilidades tienen y más se esfuerzan.

Piénsalo dos veces, tal vez lo que necesitas es dejar de buscar a Legolas y centrarte en encontrar a un buen Frodo para tu equipo.

El orgullo puede ser un estimulante muy positivo, mientras la arrogancia, siempre es un elemento complaciente con nuestra conducta, que suele ser el principal obstáculo de nuestro propio progreso.

Si realmente queremos construir un modelo de liderazgo del que nos sintamos orgullosos tal vez el punto de partida sea analizar las carencias humanas de muchos de los líderes a los que idolatramos en la actualidad.

Tengamos en cuenta que pocas cosas son menos eficientes en una empresa que seleccionar a la persona equivocada. Dediquémosle a la selección el tiempo y el cariño que se merece y acabaremos “ahorrando” mucho tiempo y recursos.